Calor, mucho calor. Es mediodía y en Imsouane el tiempo se ha parado, apenas un balanceo imperceptible como el de los barcos fondeados a lo lejos. En tierra, los pescadores fuman, alguna que otra palabra de vez en cuando para comentar algo con voz queda. La eterna espera del tiempo. Uno duda si interrumpirles pero, al final, el hambre manda. El olor a pescado a la parrilla inunda el puerto y el calor de mediodía se hace, al fin, un poco más soportable.
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